Lo ves y no lo crees: te acabas de comprar una casa nueva y en menos de cinco años ya notas grietas, desconchones en las paredes o incluso goteras. Sin embargo, sales a pasear y compruebas una vez más que las construcciones e infraestructuras romanas, dos mil años después, parecen cada vez más resistentes.
Todavía tenemos calzadas romanas parciales cubriendo nuestras calles, el Panteón de Roma no se ha desplomado, el Coliseo de Roma se mantiene parcialmente en pie (si no hubiese sido por culpa de los terremotos, todavía seguiría completo) y el Foro Romano, también en la capital italiana y que se puede visitar hoy en día.
La revista National Geographic ha publicado un artículo en el que se explica que los romanos empleaban cal viva como ingrediente principal en la mezcla de su hormigón y esta argamasa se utilizaba para construir sus enormes edificios. La cal resiste muy bien los cambios del clima y el paso del tiempo, pero también tiene una característica muy curiosa: se “autorrepara”.